lunes, 8 de noviembre de 2010

50 añitos... quién lo diría

Estas dos fotos tienen algo en común...
Echad un vistazo a estas dos fotografías superpuestas. ¿Algo en común? Una fue tomada en 1962, la otra, en 2010, ayer.  Las personas que hay en ellas son distintas, los lugares en que están tomadas también. Pero el vestido...¡es el mismo!
Mi abuela materna confeccionó este vestido para celebrar un acontecimiento importante: la boda de uno de sus hijos. Era una excelente modista y sombrerera, aunque, para ser sinceros, el tocado que lleva puesto no hace honor a su fama. ¿Plumas? ¿flecos? En fin, volvamos al vestido: es un brocado de seda natural lujosísimo, con tornasoles y brillos recogida en un broche delantero. Al cabo de unos años, unos veinte, mi madre se lo adaptó para una fiesta. Le acortó las mangas y lo estrechó. Le quitó el broche central y le puso unas hombreras (las adora-ba). Hace pocos meses en su casa yo le contaba que no sabía qué ponerme para uno de esos actos de compromiso a que a veces nos obliga el trabajo. Y sacó esta maravilla del armario. Yo me limité a cortarle el bajo y darle un toque más actual con un cinturón de piel. 
Mi abuela me mira desde su foto y parece que le disguste el largo de su vestido, pero sé que no le importa, porque en el fondo, era muy moderna. Detrás, a lo lejos, está mi madre atisbando la escena. Y yo, en honor a ellas, me he puesto una pamela. Aunque quizás debería quitarme el sombrero...Por regalarme este vintage auténtico.


Cada vez cuesta más encontrar este tipo de tejidos en un vestido




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