Teníamos guardada en un cajón una colcha de lino bordada que pedía a gritos una nueva vida. Al desmontarla descubrimos que, entre otras cosas, podría convertirse en un maravilloso cojín.
Nos pusimos manos a la obra intentado no desvirtuar la pureza del tejido y de sus bordados a mano que nos traían gratos recuerdos de seres queridos y momentos en nuestra niñez.
Y este es el resultado final. Una parte de nuestra colcha a cobrado una nueva vida. ¿Os gusta?
¡El verano es un momento estupendo para ponernos manos a la obra!